Sentires del Camino – Nicté Barragán Michel

Prólogo

El Camino de Santiago no se mide en kilómetros, sino en instantes. En miradas que se cruzan, en silencios que abrazan, en pasos que nos llevan no solo hacia un destino en el mapa, sino hacia lo más profundo de nosotros mismos.

Aquí comparto fragmentos de mi andar, de lo que el corazón sintió y aprendió en cada jornada.

«Hoy comenzó mi Camino…»

Desperté con el corazón acelerado, no por miedo, sino por la mezcla intensa de emoción, nervios y un deseo enorme de descubrir qué me esperaba.

Con la mochila a la espalda y el alma dispuesta, di mis primeros pasos desde Sarria.

Los primeros kilómetros fueron un diálogo constante conmigo misma:

“¿De verdad voy a lograrlo?”…

“Claro que sí, ya lo estoy haciendo”.

Los senderos verdes y el aire fresco me abrazaban mientras cruzaba pequeños pueblos y miradas cómplices de otros peregrinos.

Cada paso me recordaba que este viaje no es solo físico, sino un salto de fe.

Sentía que Dios caminaba a mi lado, sosteniéndome cuando mis piernas dudaban. Y así, tras horas de silencio, sonrisas y respiraciones profundas, llegué a

Portomarín, con el cuerpo cansado… pero el espíritu encendido.

«El segundo día fue una prueba distinta…»

Salí de Portomarín con el amanecer tiñendo de oro las montañas. El cuerpo ya sentía el peso del día anterior, pero mis ganas eran más fuertes.

Aprendí que en el Camino no se trata de correr, sino de dejar que cada paso tenga sentido.

Los paisajes eran postales vivas: bosques, praderas y caminos de tierra que parecían no acabar.

Hubo momentos de soledad profunda, donde solo escuchaba mis pasos y mi respiración… y en esos momentos sentí una calma que no conocía.

No todo fue fácil: el cansancio apareció antes de lo esperado y la mente me tentó a detenerme.

Pero recordé por qué estaba aquí, respiré hondo y seguí. Al llegar a Palas de Rei, entendí que el Camino no se recorre con los pies… se recorre con el corazón.

Día 3 – Sentires del Camino

Hoy inicio mi tercera etapa…

Un poco triste, lo confieso. Me he sentido apachurrada, con el corazón más blandito de lo normal.

Pero así es esto: también se vale sentir.

Se vale detenerse un momento dentro de una misma, reconocer la nostalgia, dejar que se acomode.

Y a pesar de eso… o quizá gracias a eso, hoy camino con más conciencia.

Camino con toda la pila, con la certeza de que este viaje no solo es hacia Santiago, sino hacia lo más profundo de mí.

Me abrazo, me escucho, y sigo.

Porque cada paso, aún los que pesan, también me están llevando a casa.

“Hay pasos que duelen… y aun así, nos hacen florecer.”

Día 4 – Sentires del Camino

Ayer fue mi tormenta, hoy es mi calma.

Y en ambos días, elegí seguir.

Gracias por cada palabra, por cada mensaje que me abrazan en el camino.

Sentirlos cerca ha sido reconfortante.

«Los llevo conmigo, paso a paso, hasta Santiago».

Día 5 – Llegar a Santiago: Un sueño que esperó más de 10 años

Han pasado más de diez años desde que este sueño se sembró en mí.

Por mucho tiempo lo llevé guardado, como un anhelo que parecía lejano, casi inalcanzable. La vida, con sus vueltas y pausas, me hizo postergarlo… pero nunca olvidarlo.

Hoy, después de días de caminata, después de amaneceres llenos de esperanza y noches de cansancio y reflexión, estoy aquí: frente a Santiago.

No es solo el final de un recorrido físico; es la culminación de un viaje interno que comenzó mucho antes de dar mi primer paso en este Camino.

Dejé atrás miedos, dudas y cargas que me acompañaron por años. En su lugar, traje conmigo gratitud, fuerza y una paz que nunca antes había sentido.

Llegar aquí no solo significa que cumplí un objetivo; significa que me elegí a mí misma, que honré esa promesa silenciosa que me hice hace una década, y que confié en que todo llega en el momento perfecto.

Este no es el final. Es un nuevo comienzo.

«Los sueños no caducan, solo esperan el momento en que nuestro corazón esté listo para vivirlos.»

Nicté

08/08/2025

Día 6 – «Donde el Camino termina y mi vida comienza…

Hoy cierro esta travesía con los pies cansados pero el alma encendida.

Cada paso, cada silencio, cada lágrima y cada sonrisa me han traído hasta aquí, para recordarme que el verdadero destino no está en Santiago, sino en la mujer que he descubierto ser.

Aquí termina el Camino… pero aquí, de verdad, comienza mi vida.»

«Señor …»

Hoy, al cerrar este capítulo de mi Camino de Santiago, mi corazón se desborda de gratitud.

Gracias, Señor, por sostenerme en cada subida y abrazarme en cada descanso. Gracias por mostrarme que nunca caminé sola.

Gracias, Dios mío, por cada paso que me permitiste dar, por la fuerza que pusiste en mis piernas cuando ya no podía, por el suspiro de aliento que llegaba justo en el instante en que pensaba rendirme.

Gracias por abrazarme en silencio en medio de los bosques, por sostener mi mirada en los amaneceres que parecían pintados por Tus manos, por darme la certeza de que nunca estuve sola.

Gracias por las lágrimas que me limpiaron el alma, por las risas compartidas con desconocidos que se convirtieron en hermanos de Camino, por las conversaciones que encendieron mi espíritu y por los silencios que me enseñaron más que mil palabras.

A cada uno de mis compañeros peregrinos: gracias por sus pasos junto a los míos, por las palabras de aliento, por los gestos pequeños que se grabaron en mi corazón.

Gracias a quienes, desde lejos, me enviaron mensajes en mi Blog, me regalaron oraciones, pensamientos y cariño… aunque sus manos no tocaron mi hombro, sentí su abrazo en cada kilómetro.

Este Camino me recordó que no se avanza solo con los pies, sino con el alma, y que cada persona que me acompañó —cerca o lejos— dejó una huella en mí.

Señor, este viaje fue Tuyo y para Ti.

Hoy te lo entrego con el corazón rendido y lleno.

Gracias por guiarme, levantarme y amarme de manera tan perfecta en cada paso.